Alguna vez te ha pasado que estás en un restaurante disfrutando de tus alimentos y, después de un momento, sientes la ansiedad de salir de ahí. Si la música era agradable y el ambiente estaba bien, además de que tus platillos y el servicio cumplieron tus expectativas, entonces ¿qué estuvo mal? Podría parecer inverosímil, pero pueden ser los colores.
Te he hablado sobre la teoría de los colores, y en esta ocasión hablaremos sobre el impacto del uso de éstos en un restaurante.
Comencemos con el azul: según los especialistas, este color inhibe el apetito; el término blue plate special, se popularizó durante la época de la Depresión americana, cuando los restauranteros descubrieron que los comensales satisfacían más su hambre cuando las porciones eran servidas en platos azules aunque éstas fueran menores a lo acostumbrado. Actualmente su uso en un restaurante es limitado, y simplemente es usado para acentuar tonos en exteriores dando una agradable imagen, pero en interiores representa siempre un sentimiento de depresión. Los tonos claros de azul pueden coexistir armoniosamente con amarillo, beige y naranja, pero sólo con luz natural.
Ahora, si piensas en utilizar el amarillo hay que considerar que es un color que evoca acción y espontaneidad. Y en un restaurante el amarillo brillante manda la señal de comer rápido e irse, por lo que es comúnmente utilizado en restaurantes de comida rápida. El amarillo en tonos claros tiene connotaciones de claridad y placer, su impacto puede ser complementado con el rojo el anaranjado y el verde.
El rojo –comúnmente usado en restaurantes– es considerado universalmente como el color más poderoso; puede integrarse casi a cualquier estilo arquitectónico y lo encontramos en cualquier tipo de cocina. El rojo evoca sentimientos de calidez, seguridad y aceptación. En el cliente provoca una sensación de tener las cosas bajo control.
El beige no ofrece puntos focales y hace que la gente se sienta aburrida y desconectada del ambiente, no deja impresión alguna y denota descuido. Si asistes a una entrevista de trabajo o pides un ascenso, nunca uses este color. Se procura usar lo menos posible, y llega a ser utilizado solo como fondo para ciertos cuadros, dando así el punto focal a la obra, pero incluso algunos prefieren utilizar el blanco.
Literalmente al verde lo debes olvidar, pues tiende a desvanecerse de la memoria.
Muchos restaurantes lo usan para disimular defectos arquitectónicos. Combinándolo con el rojo puede dar un toque sofisticado y elegante dependiendo del espacio.
El resultado de dos colores fuertes (como el rojo y el azul) es un ambivalente violeta, un color violento que aunque se asocia con la realeza no porta fuerza o liderazgo, pero combinándolo con tonos naranjas o verdes puede darle un poco de firmeza al ambiente.
La mezcla del rojo y el amarillo –ambos colores cálidos– da por resultado el naranja, color que comúnmente es asociado con la incitación del apetito, es por esto que es el color más recomendable a usar en algún restaurante, aunque resulta un poco difícil incorporarlo al ambiente, pero su resultado es garantizado. No debes olvidar también la influencia de la moda en cuestión de decoración, ya que uno de los aspectos más importantes en el gusto de un comensal es el visitar un lugar de actualidad. En esta época los espacios monocromáticos o minimalistas marcan la pauta en decoración, por lo que es imprescindible el tomarlo en cuenta, el uso del blanco como principal color es una de las opciones más apropiadas.
El uso de los colores como parte primordial de la arquitectura y la decoración van más allá de la simple apreciación estética, pues como hemos visto, también tienen una fuerte influencia en el inconsciente. La gastronomía, por su parte, busca de igual manera el agrado a los sentidos: la labor de un chef es precisamente brindar satisfacción a los demás. Si él combina armoniosamente estas disciplinas, hará que la experiencia de degustar un platillo se convierta en todo un placer a los sentidos.
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